Lento que voy de prisa

«Lento que voy de prisa»

Esta frase me encanta. Recuerdo que durante mi infancia funcionó como un mantra en la boca de mi papá hacia mi y mi hermana.

Para mi representa todo un principio de trabajo lleno de gran sabiduría (como esos consejos que ofrecería un zensei oriental a su pupilo karateca).

Lento que voy de prisa me habla sobre la prioridad que tiene el llegar por sobre la idea de querer llegar rápido.

Si en verdad es importante lograr un objetivo, más vale que tengamos paciencia y disciplina para alcanzarlo. La velocidad suele ser mal aliada de la calidad y la excelencia ya que las prisas por terminar un trabajo siempre provocan que se omitan pasos y momentos importantes en el periodo natural de un proceso.

El camino de la excelencia no se asemeja a una escalera electrica (rápida) sino más bien a una escalera vertical que antes de ser usada requiere primero la verificación de que ha sido colocada en la pared correcta y con el ángulo adecuado, y una vez echo esto, se tiene que subir peldaño por peldaño, un pie a la vez.

Recuedo que cuando niño, al hacer mis tareas de caligrafía, mi papá siempre me recordaba ese principio.

«Hijo, si quieres que tu trabajo se haga bien, tienes que hacerlo con calma. Lento pero sin pausa»

Esta última frase, lento pero sin pausa, también resuena en mi cabeza como mantra de sabiduría oriental.

Sin remordimientos puedo decir que no soy alguien que trabaje de manera óptima bajo presión, más si soy alguien que tiene la paciencia suficiente de hacer el trabajo adecuado.

Lento pero sin pausa, pues llevo prisa.

 

Factor Productividad

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MBA por el IPADE Business School fundador de Damian Business Coaching

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