Una habilidad que puede mover montañas (y destrabar equipos de trabajo)

Los Coaches somos expertos en hacer preguntas. De hecho nos entrenamos para hacerlas de forma enfocada y, se podría decir incluso, hasta de forma obsesiva.

Y es que una pregunta no es simplemente el reflejo de una duda. En realidad, una pregunta realizada en el momento adecuado y en la forma acertada, se convierte en la puerta de entrada a todo un mundo de posibilidades.

Recientemente dialogaba con un cliente sobre su necesidad de entender por qué se producía cierto comportamiento no deseado en los integrantes de su equipo (Él sentía que varios de sus colaboradores no seguían de forma disciplinada los procesos estipulados por él).

«Parecería que aunque se les pide que hagan algo de cierta forma, siempre terminan haciendo otra acción completamente diferente»  me decía visiblemente desencajado.

Esta frustración bien podría representar la queja que miles de dueños y directores de empresa manifiestan todos los días como producto de su insatisfacción de lograr alinear a su equipo hacia el comportamiento deseado por ellos y las estrategias de sus organizaciones. Es más, podría decir que en un 90% de los casos esta podría ser la razón por la que las empresas buscan el apoyo de un Coach.

Y es aquí donde hacer las preguntas correctas empieza a abrir el mundo de las posibilidades de transformación y cambio.

– Y desde tu perspectiva ¿qué es lo que  está provocando este comportamiento?- pregunté yo

Mi cliente, mostrando un poco de rareza en su rostro por mi cuestionamiento, volvió su espalda contra el asiento y me dijo

– Pues la verdad no lo se. Eso es lo que me gustaría que me ayudaras a resolver.

– ¿Y por qué crees que este tema no se ha resuelto aún?– Volví a cuestionar

Ahora el silencio se hizo dueño de mi cliente y sus ojos apuntaron al infinito en busca de una respuesta a una pregunta que, a todas luces, no se había plateado con toda seriedad.

– Me parece que es por que no quieren cambiar

-¿Quienes? 

– Mi equipo, no quieren cambiar.

– ¿Y por que no quieren cambiar?

-No lo se…

Tras ver que nuestra conversación se había trabado un poco en lo que parecía un laberinto sin salida, volví a insistir pero esta vez cambiando el enfoque:

-Déjame cambiar la perspectiva de la pregunta ¿Por qué querrían cambiar?

 

El cambio en la pregunta que le hice a mi cliente produjo una pausa no solo en su hablar sino, al parecer, también en su movimiento corporal. Después de lo que pareció ser un profundo momento de reflexión interna, escuché que él mismo parafraseó para sí mismo la pregunta nuevamente.:

– ¿Por qué querrían cambiar? ¿Por qué querrían cambiar? – murmuró en voz baja, tras lo que igualmente él mismo aseveró:

– Interesante perspectiva…

Si en esos momentos pudiera colocar un micrófono dentro de la mente de mi cliente, claramente se escucharían los engranes de una una máquina que está haciéndose funcionar al máximo de su capacidad. El silencio y su posición corporal me indicaban que yo debía respetar ese momento de alta reflexión, por lo que decidí guardar silencio en la espera de que su proceso intelectual diera frutos.

-Sabes, creo que en el fondo ahí está parte del problema- me comentó después de haber regresado un poco en sí mismo – En realidad parecería que no están teniendo los argumentos suficientes para querer cambiar- 

-¿Explícame que entiendes por eso?-  continué  yo

-La necesidad de cambiar la entiendo yo, pero no la están entendiendo ellos. 

¡Eureka moment! Mi cliente había encontrado un principio muy interesante (ojo que dije que él encontró, no que yo se lo expliqué) que es fundamental en el entendimiento del factor humano:

Las personas tenemos libertad y, a menos que encontremos un razón con el suficiente poder de atracción sobre nuestra voluntad, nos moveremos siempre en el sentido que nuestro propio juicio nos haga sentir más cómodos y ganadores  (aunque esto no sea la opción más eficiente). 

– Y esto ¿qué te dice del problema que estás intentando resolver?

-Pues  que debo revisar primero la perspectiva de ellos antes de intentar exponer la mía

¡BINGO!

Mi cliente concluyó, en sus propias palabras, lo que yo llamó el cimiento base de las relaciones humanas:

Los otros no son YO, o lo que es lo mismo…

¡No todos tienen la obligación de ver y pensar el mundo como yo lo pienso!

No necesito extenderme en toda la conversación que siguió después de este descubrimiento que hizo mi cliente, más basta al lector saber que actualmente el trabajo que estamos haciendo con él no está centrado en su equipo sino en él mismo y su forma de dirigirse a ellos. En estos momentos para este cliente, los procesos estipulados en la organización ya no son tan relevantes como más bien su forma de liderar.

El poder de una pregunta radica en que, hecha de la forma adecuada, puede llevarte a descubrir posibilidades que antes no vislumbrabas. Las preguntas son llaves que abren puertas, aunque no necesariamente sabemos que existirá detrás de cada una.

Es por esto que en los últimos años se empieza a volver relevante la capacidad de un líder para ser Coach de su equipo, lo que quiere decir, ser capaz de llevar a las personas que se le encomiendan a descubrir por ellos mismo aquel conocimiento necesario para mover su voluntad hacia la causa común.

Y en este aspecto, el arte de hacer preguntas termina siendo una de las herramientas más poderosas para lograrlo. Es una habilidad que, al igual que muchas otras fortalezas directivas, se tiene que ejercitar y pulir.

(El autor es Coach Ejecutivo especialista en Factor Humano con más de 2,000 horas de ejercicio y práctica en asesoría y desarrollo de personas y equipos efectivos de trabajo  www.damiancoaching.com )

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MBA por el IPADE Business School fundador de Damian Business Coaching

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